Cuando el tamaño se vuelve prejuicio
Los perros grandes, como nuestro Shifu, cargan con una mochila que no eligieron.
Su tamaño, su fuerza, su presencia física suelen convertirse —injustamente— en motivo de miedo, exclusión o directamente discriminación. No importa si son mansos, adoptados, equilibrados, educados o profundamente amorosos: muchas veces son juzgados antes de ser conocidos.
A lo largo de los años aprendí que la discriminación hacia los perros grandes no habla de ellos, sino de nuestra falta de información, de responsabilidad y, muchas veces, de empatía de los demás.
Tenencia responsable: mucho más que una palabra
Tener un perro grande no es una elección estética ni una cuestión de gusto. Es una decisión que implica tiempo, coherencia, límites claros, afecto, espacio emocional y compromiso cotidiano, más si la decisión fue adoptar y colaborar con perros abandonados.
Un perro grande necesita referentes humanos presentes, previsibles y amorosos. Necesita ejercicio, socialización, respeto y, sobre todo, ser mirado como individuo, no como estereotipo.
La verdadera responsabilidad no está en el tamaño del animal, sino en la conciencia de quien lo acompaña.
Shifu y la sorpresa de sentirse incluido
Hoy dejé a Shifu en un campo canino San Roque, en Cardales. Y escribo esto todavía con una mezcla de alivio, emoción y gratitud.
Es la primera vez que lo dejo que él queda contento y yo tranquila. Incluso con la sensación de que está mejor que en casa.
No fue solo una cuestión de instalaciones o de organización. Fue algo mucho más profundo: lo dejé en manos de personas responsables, sí, pero sobre todo de personas con un amor genuino por la vida. Personas que entienden la tenencia de animales como un acto ético, sensible y comprometido.
Ahí, Shifu no fue “el perro grande”. Fue Shifu. Un ser vivo con necesidades, carácter, tiempos y emociones propias.
Marcas, espacios y personas que sí los consideran
Existen marcas, proyectos y personas que eligen correrse del prejuicio. Que deciden incluir en lugar de excluir. Que entienden que convivir con animales implica hacerse cargo, pero también aprender de ellos.
Hoy encontré no solo un espacio en San Roque, donde Shifu quedó cuidado, contenido y respetado, sino también marcas como Mon Ami, que nos acompañan y nos defienden. Marcas que entienden por lo que pasan muchos perros: no solo cargan con un tamaño heredado, sino también con ancestros de razas que todavía generan rechazo.
Esos espacios y esas marcas no solo cuidan animales.
Educan, transforman miradas y marcan un camino posible hacia una tenencia más consciente, amorosa y verdaderamente inclusiva.
Lo que queda por contar
Esta experiencia abre una puerta. Porque no siempre fue así. Porque no en todos los lugares donde vivimos o circulamos Shifu fue recibido con la misma apertura, el mismo respeto o la misma tranquilidad.
Hay situaciones, miradas y decisiones que todavía duelen, y que merecen ser contadas. Por Shifu y muchos más que hoy siguen siendo discriminados.

